SED DE DIOS
Autor: Cipriano Sanchez
Las mortificaciones propias de la Cuaresma como son el ayuno y la abstinencia, nos recuerdan a través del hambre física, la importancia del hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios y su búsqueda que tiene que haber en nuestra alma.
Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia.
Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.
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